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La batata viajera

Cuando el capitán James Cook llegó a la Polinesia en el siglo XVIII, observó que la batata, que es originaria de América del Sur, ya formaba parte de las huertas y de la dieta de los nativos.

La explicación que los historiadores han dado a este hallazgo, hasta ahora, es que viajeros polinesios habían navegado hasta las costas de Perú y Chile y habían llevado la batata a las islas a su regreso.

Datos arqueológicos y genéticos parecen apoyar esta conclusión, aunque muchos científicos los hayan cuestionado a lo largo de los años.

Por lo tanto, a falta de nuevas evidencias, se aceptó que la batata sería una prueba sólida del contacto precolombino entre polinesios y sudamericanos.

Pero los últimos estudios sugieren que es posible que otras hipótesis también sean verdaderas.

Como la que postula que las semillas de batata cruzaron el Océano Pacífico sin la ayuda de humanos, ya que algunos experimentos muestran que pueden germinar incluso después de haber estado expuestas al agua de mar.

O la que propone que algunas especies de aves que cruzan rutinariamente el Pacífico hubieran transportaron las semillas de América a Asia.

Toda esta nueva movida en los foros científicos surge a partir de un estudio de Muñoz-Rodríguez y colaboradores, de la Universidad de Oxford, Inglaterra; quienes se  propusieron aclarar la historia evolutiva de la batata.

Al identificar a su familiar silvestre más cercano, el equipo esperaba ayudar a los genetistas a aumentar los rendimientos de los cultivos y a reforzar su resistencia a las plagas y a las enfermedades.

Pero pronto, estos científicos se dieron cuenta de que sus datos también podrían establecer cuándo llegaron las batatas al Pacífico Sur.

Secuenciaron los genomas de 199 especímenes de batatas y sus parientes, entre los que se encontraba una planta recolectada en 1769 por los botánicos Banks y Solander, miembros de la expedición de Cook a la Polinesia Francesa, conservada en muy buenas condiciones en un herbario.

Muñoz-Rodríguez y sus colegas compararon su secuencia de ADN con el de las batatas modernas de América para calcular cuánto tiempo hacía que las plantas de la isla habían estado genéticamente aisladas de sus hermanas del continente, y surgió que los dos linajes se dividieron hace al menos 100.000 años, lo que indica que la batata probablemente estuvo en la Polinesia decenas de miles de años antes que los humanos.

La controversia se avivó rápidamente, ya que algunos cuestionan el manejo de una muestra de 250 años usada para estimar la división de los linajes de batata, mientras que los autores fundamentan el correcto uso de las técnicas.

Dado que antropólogos que estudian restos humanos de asiáticos encontrados en Chile, así como de algunos animales domésticos que pudieron haberse intercambiado entre polinesios y sudamericanos, insisten en la posibilidad de viajes organizados a través del Pacífico mucho antes que los europeos documentaran la primera vuelta al mundo; la respuesta más conciliadora sería que aunque la batata hubiera estado en la Polinesia hace 100.000 años, eso no constituye una prueba en contra de contactos milenarios entre los dos pueblos.  

Fuentes:

Fox A. 2018. Sweet potato migrated to Polynesia thousands of years before people did. Nature, News and Comment, April 12. 

doi 10.1038/d41586-018-04488-4

Muñoz-Rodríguez, P. et al. 2018. Reconciling Conflicting Phylogenies in the Origin of Sweet Potato and Dispersal to Polynesia. Curr. Biol. doi.org/10.1016/j.cub.2018.03.020 

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