
De
Huertas
y Jardines
Cambio climático en la huerta
El impacto de la mejora que produjeron las tecnologías en la agricultura -como nuevas variedades y sistemas de cultivo- se manifiesta en términos de aumentos de la productividad a lo largo de los años.
Considerando sólo a las hortalizas (sin incluir papa), para el período 2015-2016 la producción mundial de 283 millones de toneladas representa más de 11 veces la del período 1950-1951 con sólo 25 millones toneladas.
Las demandas de mayor calidad por parte de los consumidores también van en aumento y deben ser cumplidas por los productores, quienes necesitan obtener verduras nutritivas, no contaminadas y frescas.
Esto se ve obstaculizado si las condiciones climáticas no se pueden controlar y la exposición de la planta a entornos estresantes se presenta como inevitable.
Por eso, desde que las evidencias de los efectos del cambio climático sobre la agricultura se multiplican, esta fabulosa producción hortícola está mereciendo una atención especial.
Algunas tecnologías, como el invernadero, pueden ayudar a ser parcialmente independientes del clima, pero sólo hasta cierto punto.
Los procesos fisiológicos de las plantas, como la fotosíntesis o la respiración, son mecanismos a escala molecular que están relacionados con el desarrollo de órganos o con la síntesis de compuestos nutritivos.
La fisiología de las plantas se ve muy afectada (tanto positiva como negativamente) por el aumento de las temperaturas, de las concentraciones de dióxido de carbono y de ozono.
Al aire libre, por ejemplo, el espárrago pasa por una etapa de latencia invernal en la que el metabolismo se reduce al mínimo y que para superarla necesita acumular un cierto número de horas de temperaturas frías entre 0 y 7 °C. Los inviernos más cálidos afectan el enfriamiento requerido, y así se ha cuantificado que la interrupción de la latencia se supera después de 30 días con promedios de 2 °C, pero que se necesitan 45 días con promedios de 5 °C. Con 27.000 ha, el espárrago blanco es el principal cultivo de hortalizas en Alemania, y la escasez o menor duración de las temperaturas frías resulta en pérdidas financieras sustanciales.
En invernadero, por otro lado, la producción en latitudes altas del hemisferio norte está caracterizada por altos inputs de calefacción, que dependen de las especies cultivadas. Para lechuga los invernaderos generalmente se operan a 12 °C, mientras que para tomate los umbrales se establecen en 18 °C. Comparaciones en el uso de la energía para distintos escenarios climáticos indican que un calentamiento del clima invernal reduciría los costos de producción en esos países como resultado de los menores requisitos de calefacción.
Sin embargo, las temperaturas más altas durante el ciclo del cultivo aumentan la transpiración de las hortalizas una vez que han sido cosechadas (lo que produce un rápido deterioro). Por lo tanto, deben aplicarse nuevos manejos en el invernadero, como la deshumidificación mecánica o el aumento de la ventilación, técnicas que requieren de un mayor gasto de energía que la calefacción sola.
Si el estrés ambiental es excesivo disminuye la calidad de las verduras y aumentan los descartes; pero si es leve, las plantas generan productos de mayor valor en términos de ingredientes internos, siendo muy importante el momento en que sufren ese estrés.
Así se confirma que el cambio climático también afecta la calidad "intangible" de las hortalizas porque la alteración de los procesos fisiológicos conduce a diferentes contenidos de azúcares, sustancias aromáticas, vitaminas y compuestos antioxidantes.
Por ejemplo, las cabezas de brócoli producidas en lugares frescos (12 ° C) son más dulces, más uniformes y más oscuras que las producidas en lugares más templados (18 °C). El brócoli proveniente de condiciones más cálidas contiene más flavonoides pero una composición alterada de los glucosinolatos, que son compuestos muy apreciados por su potencial actividad anticancerígena.
El cambio en las condiciones ambientales de cultivo también modifica la presión negativa de plagas y enfermedades y exige una adecuación en su control.
En conclusión, los desafíos que plantea el cambio climático son múltiples y requieren nuevas estrategias.
El uso de adaptaciones innovadoras tendrá que permitir a los productores la mitigación de los efectos adversos, pero al mismo tiempo obtener un beneficio. Como el de mayores rendimientos por una extensión de temporadas benignas, o la reducción de fertilización carbonatada por el aumento de dióxido de carbono en el aire, o una diferenciación por mayor capacidad antioxidante de frutos y hojas que crecieron en condiciones de estrés leve.
Esto sólo se puede lograr si las adaptaciones van acompañadas del uso más eficiente de los recursos, como el agua y las fuentes de energía renovables; ya que es prioritario garantizar la sostenibilidad de la horticultura en el futuro.
Fuentes:
Bisbis MB, Gruda N & Blanke M. 2018. Potential impacts of climate change on vegetable production and product quality – A review. Journal of Cleaner Production, Vol 170: 1602-1620, ISSN 0959-6526
Malhotra S K. 2017. Horticultural crops and climate change: A review. Indian Journal of Agricultural Sciences 87 (1): 12–22.