
De
Huertas
y Jardines
Una huerta en la nieve para alimentar la psiquis
En la actualidad, casi todos los países que tienen bases en la Antártida cuentan con avanzadas instalaciones para proveer de verduras frescas a los integrantes de sus equipos de científicos: invernaderos climatizados, luz artificial, etc.
Pero cuando comenzó la era de la exploración de estas inhóspitas tierras, los hombres debían sobrevivir comiendo lo que pudieran cazar y pescar, y si no sucumbían por hambre, lo hacían por enfermedades relacionadas con las carencias de las vitaminas que aportan las frutas y las hortalizas.
Una de las primeras expediciones que cuentan con diarios de viaje detallados y evidencias fotográficas fue la del célebre Discovery, liderada por Robert Scott entre 1901 y 1904 .
Partió de las costas inglesas de la isla de Wight con una tripulación de 49 efectivos el 6 de agosto de 1901. Las provisiones se planearon para durar un par de años, aunque el viaje solo tomaría 5 meses.
Los suministros esenciales incluyeron 2000 kilos de té, 3000 litros de ron, 1500 kg de chocolate y 4000 kg de carne de res. Al llegar a Nueva Zelanda, el barco fue re-abastecido con algunas ovejas vivas.
El paisaje blanco fue avistado al fin en enero de 1902, y luego de cruzar una gran barrera de hielo, desembarcaron. Scott condujo a los científicos en trineos tirados por perros, por una travesía que duró 93 días, para llevar a cabo las primeras investigaciones.
Fue un viaje arduo que tuvo varias bajas. El conjunto de 19 caninos menguó en número a medida que las temperaturas caían (a pesar de la temporada de verano relativamente suave de la Antártida) y, con provisiones cada vez menores, los hombres tenían que sobrevivir con una dieta de pingüinos, huevos, focas y aves marinas.
Esta dieta baja en vegetales y rica en proteínas animales comenzó a cobrarse víctimas del escorbuto. A pesar de esto, todos regresaron al Discovery.
Pero una vez a bordo, quedaron atrapados en el hielo de la bahía de Winter Quarters, sin ninguna certeza sobre cuándo podrían salir de allí.
Entre los científicos del equipo estaba el Dr. Reginald Koettlitz, médico cirujano y botánico que conocía muy bien los síntomas y consecuencias del escorbuto, aunque, por entonces, todavía no estaban claras las causas pues no se había descubierto la vitamina C.
Con una intuitiva visión sobre la importancia de incluir hortalizas frescas en la dieta, había llevado semillas de diferentes especies, quizás con la intención de instalar una huerta en el continente, y decidió sembrarlas a bordo del barco.
Las semillas se sembraron en cajas que contenían tierra antártica recogida de las colinas cercanas, bajo el tragaluz de la cámara de oficiales.
La evidencia sugiere que la tripulación intentó cultivar las plantas bajo un sistema hidropónico aplicando una solución nutritiva en el riego.
Las primeras cosechas fueron las de berro y mostaza. Siguieron las de lechuga, rábano, cebolla y nabo.
El 1 de noviembre de 1902, Koettlitz cosechó y sirvió parte de la mostaza y del berro a la tripulación, convirtiéndose en la primera comida fresca verde en 13 meses; y en el primer registro de un cultivo exitoso de verduras en el continente blanco.
Más allá de los valores nutricionales de estas hortalizas, el aporte más importante de esa huerta antártica, como de las actuales, debe medirse sobre el bienestar psicológico de personas aisladas de las plantas por largo tiempo.
Fuente:
Bamsey M T et al. 2015. Review of Antarctic Greenhouses and Plant Production Facilities: A Historical Account of Food Plants on the Ice. 45th International Conference on Environmental Systems 12-16 July, Bellevue, Washington, 36 pp.