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Jardines para encontrar el conocimiento

 

 

Arthur Hill, director del Jardín Botánico de Kew (Inglaterra), escribió en 1915: "hay tres cosas que han estimulado a los hombres a través de los siglos para viajar a lo largo y ancho de la superficie de la Tierra: el oro, las especias y las drogas. Es a las dos últimas de estas necesidades universales a las que debemos la creación de los jardines botánicos"

Parece natural y primario que hayan existido desde que el hombre tuvo la inquietud de experimentar con el conocimiento de las plantas. Sin embargo, el progreso en la ciencia botánica y el establecimiento de los jardines no fueron contemporáneos.

A los griegos, por ejemplo, a quienes debemos los cimientos de la clasificación vegetal, no les despertaba gran interés el cultivo de las plantas que describían y el único registro que tenemos de algo similar a un jardín botánico es el de Aristóteles en Atenas.

A los chinos podría dárseles el crédito de haber tenido la primera idea de un verdadero jardín botánico con fines de generación de conocimientos, ya que los colectores debían trasladar las plantas por grandes distancias, y generalmente no llegaban en condiciones para ser utilizadas en los destinos. El emperador  Shen Nung, del siglo XXVIII antes de Cristo, es considerado el padre de la medicina oriental, pues hay registros de que probaba las propiedades curativas de las hierbas que cultivaba.

Pero tanto los chinos como los indios privilegiaron la tradición oral a la escrita, por lo que no hay certidumbre de fechas ni de lugares.

En papiros egipcios que datan de 2000 años a de C se describe el uso medicinal de 30 remedios herbales cultivados en jardines.

De una biblioteca de tabletas de arcilla de la Mesopotamia, escrita en cuneiforme y encontradas en el palacio de Asurbanipal II (668-627 a de C) se desprende que se cultivaban hierbas medicinales en jardines especiales y que las plantas se enumeraban cuidadosamente como una materia médica, o herbal, completa con sinonimia y que según el historiador botánico Alan Morton sería "el primer trabajo verdaderamente botánico conocido hasta la actualidad" 

Por lo tanto, no fueron originales los jardines herbales de los monasterios cristianos que comenzaron a proliferar por Europa a partir del siglo IX de nuestra era. 

A los que sí se les puede atribuir originalidad es a los jardines aztecas de especies medicinales, ya existentes para cuando llegaron los españoles en el siglo XVI, pues su origen fue independiente de los que existían en el Viejo Mundo. De hecho, muchas especies que se llevaron a Europa ya iban con las "indicaciones terapéuticas" de uso, gracias al conocimiento desarrollado por esta civilización.

Durante los siglos XIV y XV hubo un verdadero renacimiento del apetito por la sabiduría, pero al principio de esta era los botánicos sólo se ocuparon de renombrar a las especies identificadas por los antiguos griegos.

Gradualmente los pequeños huertos monásticos fueron anexados a las universidades y de allí surgen las parcelas con objetivos experimentales y didácticos.

Así, el Jardín Botánico de la Universidad de Padua es el que se considera como el primero de Europa. Fue creado en 1545 para el cultivo de plantas medicinales ya que entonces reinaba una gran incertidumbre sobre la identificación de las hierbas terapéuticas usadas desde la antigüedad. Eran frecuentes los errores y los fraudes, con graves consecuencias para la salud pública.

El primer responsable de ese huerto,  Anguillara, logró introducir y cultivar casi 1800 especies, cantidad que demuestra la magnitud del número de plantas que se utilizaban para preparar medicamentos en esa época.

Por la rareza de algunas hierbas y por el alto precio de los medicamentos derivados de ellas, el jardín pronto fue visitado por amigos de lo ajeno, lo que obligó a que se dictaran disposiciones que imponían penas de multas, cárcel y hasta exilio para los ladrones.

Pero como estas medidas no lograron disminuir el saqueo, las autoridades de la Universidad decidieron construir un muro perimetral circular, que le dio el nombre de hortus sphaericus con el que se lo conoce todavía. 

El Jardín Botánico de Padua  continúa estando entre los más importantes del mundo y en 1997 fue inscrito en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Para entender el entusiasmo que provocaron en esa época los jardines botánicos para la experimentación y formación académica, basta mencionar, que sólo en las restantes décadas del siglo XVI, al jardín de Padua le siguieron el de Pisa (1546), Valencia (1567), Bolonia (1567),  Leiden (1590), Montpellier (1593),  Heidelberg (1597) y Copenhague (1600).

Desde el siglo XVII otros jardines botánicos, algunos magníficos, se construyeron en las principales capitales europeas para deleite y recreación del público y, también en el ámbito privado de castillos y residencias de la nobleza, para albergar las colecciones de plantas de quienes eran aficionados a la botánica.  

Los jardines botánicos actuales tienen mucho más en común con los jardines ornamentales y utilitarios de civilizaciones antiguas que con los huertos experimentales vinculados a las escuelas de medicina del Renacimiento.

Las características asociadas con los jardines botánicos de hoy tratan de reflejar la relación multifacética entre los humanos y las plantas. Incluyen: ingreso de público, plantas etiquetadas y dispuestas por temas en paisajes diseñados, el énfasis en la diversidad y el desarrollo de muestras y actividades que fortalecen la conexión entre el conocimiento botánico, los valores sociales y la cultura. 

Fuentes:

Hickman C. 2018. Curiosity and Instruction: British and Irish Botanic Gardens and their Audiences, 1760–1800. Environment and History, 24: 59–80.

Hill A W. 1915. The History and Functions of Botanic Gardens. Annals of the Missouri Botanical Garden, Vol. 2, No. 1/2, Anniversary Proceedings (Feb. - Apr., 1915) : 185-240.

Spencer R. & Cross R. 2017. The origins of botanic gardens and their relation to plant science, with special reference to horticultural botany and cultivated plant taxonomy. Muelleria, 35: 43-93.

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